04 Feb Oportuno exámen, El estrés
[wbcr_php_snippet id=”395″ cod=”R20150601″ autor=”Gabriel García” tituaudio=”Lectura por Gabriel García” docpdf = “rc/RC2015_06_Oportuno_examen_El_estres.pdf” audio = “audiorevistas_2015/R201506/01_A_nuestros_amigos.mp3” ]
Generalmente me considero una persona bastante tranquila, más bien parsimoniosa, que se toma las cosas con calma y no se turba así no más cuando sube la presión. Preparando este número de la revista, leí el artículo de David en el que él se declara un preocupón impenitente. Mi primera reacción fue sentir algo así como lástima por mi pobre amigo y por tantos que andan por la vida crispados a consecuencia del estrés. Definitivamente no me di por aludido.
Nada hubiera alterado mi autocomplacencia de no ser porque, instado por otro amigo, hice por Internet un rápido test de mi nivel de estrés. Al fin y al cabo, ese es el tema de este número de Conéctate. Era de rigor, y nada perdía con evaluarme.
Sabía que últimamente había estado viviendo algunas situaciones estresantes —batallas interiores, inquietudes por el bienestar y la salud de mis seres queridos, etc.—, pero nada muy terrible. No obstante, como les habrá pasado a otros ilusos como yo, tamaña sorpresa me llevé al ver el resultado. La prueba arrojó un puntaje muchísimo más alto del que me había imaginado. ¿El diagnóstico? ESTRÉS, con mayúsculas.
No habría podido hacer el test en mejor momento: primero, para tomar conciencia de mi grado de tensión y así aplicarme a mí mismo los consejos y soluciones que se ofrecen en las páginas siguientes; y segundo, para trabajar en esta revista no como un espectador, sino como una persona directamente afectada por los temas que se tratan.
Creo que un buen punto de partida es seguir el ejemplo del clérigo inglés Joseph Hall1, que escribió: «Echaré todas mis cargas sobre Dios. A Él no le pesarán».
Gabriel García V.
Director